domingo, 18 de diciembre de 2011

Bienvenidos al paraíso, bienvenidos a las Rías Bajas.


Bienvenidos a Galicia, bienvenidos a las Rías Bajas, tramo de la costa gallega que comprende desde las rías de Muros, de Arousa, de Pontevedra y Vigo caracterizada por sus vinos, su gastronomía y sobre todo, sus playas de arena sedosa y aguas frías y cristalinas del Atlántico.

Ermita de la playa de la lanzada situada en las inmediaciones de Sanxenxo.
Las Rías Bajas suavizan por el sur el perfil de la costa gallega, esculpida a golpes por el mar en su eterna resistencia al océano. El litoral que se extiende a lo largo de más de 300 kilómetros, desde la ría de Muros, hasta la ría de Vigo, es un remanso de paz y tranquilidad del que nosotros, los gallegos, estamos orgullosos y nos sentimos eternamente agradecidos por el paraíso natural del que esta hecha Galicia.




Aquí, el oleaje se atempera y las mareas tropiezan con la paciencia invencible de las almejas y los berberechos. Son rías marisqueras protegidas por un islas que protegen a la costa de los garras de Poseidón.

Isla de Tambo en la ría de Pontevedra.
Desde los montes hasta los arenales el paisaje está salpicado de camelios, viñedos y palmeras tropicales traídas por los indianos a la vuelta de su aventura americana. En estos valles se elaboran los mejores caldos de albariño desde que los monjes del Císter trajeron en el siglo XII las primeras cepas del Rin para plantarlas en tordo a los pazos y monasterios del lugar. Siempre han sido tierras de cereal y vid y ambas especies siguen acaparando hoy las preferencias gastronómicas de la zona: una buena rebanada de pan de maíz continúa siendo el inmejorable plato en el que servirse una sardina asada en la noche de San Juan acompañada de una gran taza de vino, por no hablar de sus magníficos mariscos acompañados de una copa de nuestro suculento vino albariño.

Puerto pesquero de Marín.
 A última hora, cuando el sol se da su último chapuzón en nuestras playas, las bateas de mejillón nos recuerdan a los barcos pesqueros del Mar de China, exactamente, los sampanes.

Bateas en la ría de Vigo.
A diferencia de las tres rías del sur, la de Muros carece de un rompeolas natural que la defienda de los temporales, lo que acentúa su condición de espacio marino de transición entre los encrespados mares de la Costa da Morte y las calmadas aguas del sur.

Muros, esta bonita población marinera aúna un casco antiguo señorial y un puerto activo con una gran oferta gastronómica.
 Partiendo del puerto de Muros, cuyo orígenes se remontan al siglo X, la ría va perdiendo fondo. El paseo por esta pequeña localidad discurre bajo los soportales y calles empinadas, sitiadas por edificios históricos de gran valor. Pasada la ensenada de Esteiro, la ría se prolonga por distintos estuarios que es necesario sortear para alcanzar la villa de Noia. En el camino, cabe la pena hacer un alto en el mirados del Monte Tremuzo, de 530 metros de altura que nos muestra unas vistas increíbles.

Vistas de Noia desde el Monte Tremuzo.
Desde Noia, la carretera va asomándose al mar y desciende por la cara norte de la imponente península del Barbanza, cuya columna vertebral es la sierra homónima. Esta sierra es un mirador privilegiado desde el que se percibe todo el contorno de la costa, punteada por poblaciones como Portosín, Porto do Son o Corrubedo. Desde un montículo se observan los restos de un singular asentamiento prerromano de obligada visita: Castro de Baroña, sitio totalmente inaccesible con la subida del mar.

Castro de Baroña.
Un poco más al sur se hallan las dunas de Corrubedo, que presiden como dos lomos de dromedario la abierta playa del mismo nombre. Aquí es donde empieza de verdad, el paso a las Rías Bajas propiamente dicha.

Este destacado dunar se engloba en un parque natural que protege una gran variedad de fauna y un ecosistema frágil.
Es en este momento cuando nos metemos de lleno en las tierras de Valle-Inclán. La ría de Arousa es la más amplia, la más abierta: un espacio lleno de luz. Se halla protegida por la isla de Sálvora y por un grupo innumerable de islotes rocosos en los que se crían las nécoras y centollas. De sus enclaves pesqueros más importantes cabe destacar a Pobra do Caramiñal, topónimo emblemático en la obra de Valle-Inclan. Es necesario detenerse aquí para contemplar las vistas desde el mirador de A Couta. Desde allí arriba se puede apreciar la ría como un mapa. Desde allí arriba puede verse la gran isla de Arousa, hoy unida por un largo puente que la une con Vilanova.

Viaducto que una la isla de Arousa con Vilanova.
Apenas 20 kilómetros nos encontramos con la villa de Padron, punto de recalada, según la tradición, de la barca jacobea. El descubrimiento del sepulcro de Santiago a comienzos del siglo IX lo convirtió en puerto del Apóstol. Pero Padrón no es solo famosa por la religiosidad, sino por ser el hogar de la poesía eterna de Rosalía de Castro: Laiño, Lestrove, las campanas de Bastabales y las orillas del Sar. Por el otro margen de la ría, se encuentran los restos de las Torres del oeste, unas fortalezas levantadas por los arzobispos compostelanos para detener las incursiones vikingas.


Descendiendo por el litoral del Salnés, cualquier lugar es bueno para detenerse, pero hay tres imprescindibles: Cambados, pequeña villa que presume de sus pazos; O Grove, capital del marisco, desde donde se puede cruzar a pie hasta la turística isla de La Toja, que cuenta con un balneario de principios de siglo reconvertido en Gran Hotel; y costeando hacia el sur, el litroral de La Lanzada, famosa por su romería relacionada con la fertilidad.

Gran Hotel de La Toja.
Ermita de La Lanzada.
 Después de hacer unos largos en la playa de La Lanzada, nos vamos hasta la ría de Pontevedra. Merece la pena visitar el pequeño pueblo de Combarro, donde destacan las numerosas construcciones de piedra granítica del país que antiguamente almacenaban el maíz. Los hórreos de Combarro llegan a la misma orilla y en ocasiones mojan sus pies de piedra en el agua de la pleamar.

Puerto deportivo de Combarro.
A la vista de La Lanzada se halla la isla de Ons, donde se puede degustar su famoso pulpo, guisado con patatas o al estilo feira, tras haber tomado un barco de pasaje en los puertos de Portonovo o Sanxenxo.

Isla de Ons
La isla estuvo habitada hasta los años setenta y llegó a contar con medio millar de vecinos a mediados del siglo pasado. Un paseo por la costa permite asomarse a acantilados como el de O Buraco do Inferno.

Cruz a los náufragos en O Buraco do Inferno.
Su humanizado paisaje, sus perfiles suaves y sus lomas onduladas, le confieren una personalidad del todo distinta a la de sus hermanas Cíes, mucho más agrestes y salvajes. Juntas y contradictorias forman el Parque Nacional das Illas Atlánticas.

Playa de Melide (Ons)
Al fondo de la ría se asienta Pontevedra auténtica capital de las Rías Bajas. Esta vieja viudad merece una sosegada visita. Hay que pasear por su bellísimo casco histórico a la caída del día, haciendo parada para beber y tapear en cualquiera de sus tascas, sobre todo en las que abren sus puertas en la Plaza de la Leña. Aquí mismo se halla el Museo de Pontevedra, en cuyo interior se puede contemplar la obra gráfica de Castelao o la reproducción en tamaño real del camarote de la fragata Numancia.

Plaza de la leña.
Pontevedra es una viaja villa señorial, lo que se hace presente al pasear por sus calles, en especial, La plaza del Teucro, presidida por más de media docena de escudos heráldicos labrados en piedra, pero también marinera y marisquera, teniendo unos arenales de marisco que presiden el comienzo de su ría, en especial en la zona de Lourizán, lugar famosos por el su colegio del Sagrado corazón de Praceres y el pazo de Eugenio Montero Ríos, uno de los lugares con más encanto de Pontevedra, por lo menos en lo que a mi respecta. Una lástima que una de las mejores parroquias de Pontevedra, fuese ignorada, mancillada y olvidada de la forma en la que lo están haciendo los políticos actuales de Pontevedra.


Pazo de Montero Ríos (Lourizán)
Iglesia de Praceres.
La cara sur de la ría de Pontevedra cuenta con algunas playas en las que los árboles llegan hasta la arena, como Portocelo o Mogor, famosa por su barriada de origen militar y sus petroglifos.

Petroglifos de Mogor.
Cabe también mencionar Lapamán, aquí se encuentra la iglesia románica de Cela, desde cuyo atrio se observa una de las mejores vistas de la ría de Pontevedra, con la isla de Ons al fondo. Al atardecer puede bajarse a la Playa de Beluso, uno de los rincones más tranquilos y acogedores de la ría.

Iglesia de Cela.
Impresionante cuando la noche llega al Morrazo y se ven todas las luces punteando las laderas de las montañas, sobre todo en las zonas de Vilaboa y Moaña, donde la ría esta presidida por una de las obras de ingeniería moderna más importantes de Galicia, el Puente de Rande.

Samíl.
Puente de Rande.
Y finalmente, ya en el extremo de la ría de Pontevedra se halla el pueblo de Donón, colgado sobre los acantilados de la abrupta Costa da Vela. Hay una pista de tierra que conduce hasta Cabo Home, impresionante mirador sobre las Cíes, unas islas agrestes que parecer haber emergido por su propio capricho del fondo del mar: Monteagudo al norte y San Martiño al sur. Alrededor de esta última planea el misterio del buque Santo Cristo de Maracaibo, que se hundió frente a estas costas con uno de los mayores tesoros de la historia.

Cabo Home.
Posta de sol en Cabo Home.
 Y a media hora de este lugar, se llega al activo y atractivo puerto de Cangas, en el extremo de la última de las Rías Bajas, la de Vigo. Antes de poner punto y final a este viaje, se puede optar entre tomar un pasaje a las Cíes para darse el capricho de poder decir que te bañaste en la mejor playa del mundo, la Playa de Rodas (ni el Caribe, ni Whiteheaven, ni hostias XD) la playa más bonita del mundo según el diario británico The Guardian.

Playa de Rodas.
Después, si lo que se busca es un lugar de reposo y descanso, vale la pena acercarse a la ensenada de San Simón, un auténtico camposanto naval donde descansan los restos de los galeones de la flota de la playa que se hundieron en octubre de 1702 en la llamaba batalla de Rande. Por estos fondos submarinos anduvo en la búsqueda de lingotes de oro el Nautilus del Capitán Nemo en Veinte mil leguas de viaje submarino.



Fotos de: Xoan Arco da Vella.



3 comentarios:

  1. Precioso trabajo sobre Rias Baixas, textos y fotos llenas de magia meiga.

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  2. Me gusta mucho tu blog, Javier. Las fotos son estupendas. Espero que todo te vaya muy bien...¿Por dónde andas?...
    Saludos

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    1. Pues estos días estuve bastante liado con un libro sobre turismo del Morrazo y un vídeo que tuve que hacer para la Diputación de Pontevedra para FITUR y nada, empece Gestión Hotelera y Turística pero tuve que dejarlo por una pericarditis aguda, a ver si para el año me pongo con el mismo o con cocina, ya se vera XD Saludos.

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